martes, 2 de agosto de 2011

Tolkien

Tolkien, como traductor de mitos (nadie "crea" mitos: interpreta los que ya vienen incorporados en la forma de entender humana) nos puso los dedos en la mezcla fresca del cerebro, y lo amasó de tal manera que, a la hora de soñar la magia, tenemos que usar casi necesariamente sus imágenes. El juego de naipes que inventó cubre todos los juegos y todas las manos de la fantasía, y tanto es así que hasta los han usado en historias que no tienen nada que ver con su marco mítico.
A mi me gustaba imaginar lo que le faltó describir. No hay razón para pensar que él hubiese visto las cosas como yo las terminé por ver pero, puestos en rigurosos, tampoco haya razón para pensar que no, o que hay una sóla e invariable verdad en el mundo del mito.
Todo tiene un cierto valor relativo.
Y el hedónico, por supuesto, que termina por ser -diría don Jorge Luis- el único importante
"Mithrandir, ya viejo"

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