T.P.C.
A riesgo de parecer el abuelo Simpson, el tipo
confiesa que muchas cosas que se usan hoy le parecen tristes retrocesos en la
calidad de la gente. Modas hubo siempre, y modas siempre va a haber: ninguna
merece siquiera que nadie se tome el trabajo de evaluarlas, porque van a
desaparecer antes de que la evaluación esté terminada. Pero algunas de ellas
van más allá de lo estético y se meten con la aptitud de los que las siguen, y
son censurables porque le pelan al común de la gente capa tras capa de competencias
o aptitudes que, en otras épocas, se habían logrado conseguir.
Expresarse no es un arte: es una herramienta
vital. El idioma es indispensable para cualquier actividad (humana o técnica),
y tirarlo por la borda para seguir la moda es casi lo mismo que conseguirse
voluntariamente una discapacidad física.
No es nuevo que la cultura norteamericana ha
ido poco a poco retirando del uso común todas las palabras de más de dos
sílabas que pudo, un poco por pereza y en gran parte por –supongo yo- una secreta
desconfianza en la capacidad del pueblo para comprenderlas. Han dejado de usar
letras como la r y la t dentro de muchos vocablos para acortarlos dentro de lo
posible, y se han volcado con pasión a recortar hasta las palabras más comunes,
a fin de poder usar la boca lo menos posible. SI se pudiera reducir el idioma a
algo que se pudiera emitir por una pajita de gaseosas, ya estarían todos
hablando por una.
Esta simplificación se extendió a las
expresiones complejas (entendiéndose como “complejo” aquello que necesita más
de de dos palabras para denominarlo). El género próximo y la diferencia
específica de Aristóteles parecen ser ya demasiado complicados, y se optó por
la genial solución de eliminar los vocablos y reemplazarlos por sus iniciales.
De esa manera, el público termina por aprender el concepto sin necesidad de
sufrir recordando cómo y por qué fue denominado de esa manera. Así como los
bebés se manejan con babau, tutú, popó y pipí, la cultura del norte considera
que el público no tiene que extenderse más allá de tv, bfe, vip, fob, cd, IOU,
etc. El nombre de la cosa (que encerraba su definición) desaparece, y la sigla
(que no quiere decir nada para el que no la aprendió previamente pero, ¿quién
no estuvo lo suficiente frente a la televisión como para no haberla hecho
carne?) esa cifra dice los necesario y suficiente, y hay que mover menos las
mandíbulas y la lengua para manejarla.
La infección se extendió hacia todos los
latinos con ansias de ser norteamericanos, y éstos ni siquiera tuvieron la
excusa de hacerlo por desprecio a la inteligencia popular o por pereza:
simplemente asumieron simiescamente que, si en el norte se hace así,
necesariamente debe ser la forma más elegante de hacerlo, y merece por tanto
ser copiada. Hoy hay promos y demos, cole e info, y también hay ceo y lcd y cpu
y ups.
Hasta aquí la cosa no pasaría de ser triste
(por la confesión de pereza que implica, y por la idea que nos da de en qué
estima tienen los medios y la publicidad a la inteligencia de la gente), pero,
cuando se llega a temas profesionales y legales, la cosa ya se pone incómoda.
Llevados por otra supersticiosa cábala norteamericana, el número de letras en
cada sigla no puede ser mayor ni menor a tres. Todo concepto importante, todo
título o factor de peso debe ser reducido a sus tres iniciales: si tiene menos,
hay que inventarle otra, y si tiene más, y se puede, podarle algo.
En nuestro oficio, estamos plagados de ellas. Y
si bien uno puede aceptar que cuando en un texto se deba usar muchas veces la
expresión Threshold Limit Value el autor explique que de allí en más la
abreviará TLV, es totalmente inaceptable que un profesor de la Escuela de
Náutica dé su clase sobre carga de petroleros hablando de entrada de su tlv
aquí, su tlv allá, sin usar siquiera una vez la expresión completa. La
Organización Marítima Internacional casi no es nombrada en ninguna parte:
hablamos siempre de Omi, que parece el nombre de un amigo de Winnie Pooh. Hasta
los perros del muelle saben que a bordo hay ISM; pero más de un tripulante se
queda mirando al techo cuando se le pregunta qué quiere decir eso. Y esas son
las más comunes: a medida que avanza en manuales y en charlas de instrucción,
el tripulante tiene que ir confeccionando en su mente un pequeño libro de
códigos (todos en la cabulera clave de tres letras) si quiere entender de qué
se habla. Y, si no tuvo la suerte de haberse encontrado antes con una sigla en
particular, se encuentra en el difícil trance de dejar la cosa para más tarde,
cuando pueda averiguar de qué se trata, o de quedar como un imbécil por
preguntar algo que parece obvio para todos –y que sería obvio para él también
si el instructor usara todas las palabras que corresponden-
MOB puede ser Manual Operativo del Buque o Man
Over Board, TSH fue un misterio para muchos, ODB y ODM son parecidas y
terriblemente comprometedoras… Hay que vigilar el LIE, aunque parezca MENTIRA…
la falta de precisión en este perezoso ahorrar sonidos entraña riesgos
importantes para los marinos (para todo el mundo, de hecho: los médicos no
escapan a este óxido de las mandíbulas) y a veces lo pone a uno en una
situación embarazosa donde duda entre preguntar o no.
El tipo había embarcado en el Río Olivia justo
en pleno final de los trabajos de reparación en Buenos Aires. Fue al camarote
del Jefe, se presentó, y se hizo al lado enseguida porque vio que éste, junto
con el primer oficial de máquinas, estaban repasando la lista de trabajos para
ver dónde estaba el buque, que se había hecho y qué faltaba para zarpar.
Parando la oreja para ir enterándose de cómo era la cosa, el tipo no tardó en
darse cuenta de que había algo que se le escapaba. El Jefe preguntaba, y el
primero respondía, aclarando a veces algunos puntos. Al fin de cada ítem, el
Jefe murmuraba qué calificación le daba al trabajo en su lista, y lo consignaba
con la birome. Algunos recibían un “listo”, otros un “pendiente”, y otros un
misterioso “TPC” con birome roja.
El tipo no era nuevo en la Empresa y creía
conocer todos los formularios y procedimientos de rutina, pero, como había
estado bastante de vacaciones, supuso que TPC debía ser una nueva opción en lo
que a organización de trabajos se refería. Pero le parecía inoportuno
interrumpir y preguntar, así que se limitó a prestar atención para ver si podía
deducirlo por sí mismo.
Los trabajos que el primero sugería remitir a
TPC tenían dos cosas en común. Por un lado, no eran temas que comprometieran la
seguridad ni la operación del buque. Y por otro, era evidente que, faltando
apenas un par de días para zarpar, era imposible que estuviesen terminados a
tiempo. Pero ambas similitudes no apuntaban a ninguna explicación posible. El
tipo dedujo, sin mucho esfuerzo, que la T correspondería a Taller, pero de qué
manera la P y la C definirían un grupo de gente o un procedimiento que
acelerara los trabajos de poca monta era algo que iba más allá de lo que
conseguía imaginar.
Finalmente se dio por vencido y, apenas el
primero evaluó con el Jefe un trabajo como menor y complicado de sacar a
tiempo, y propuso mandarlo a TPC, el tipo aprovechó y preguntó qué quería decir
eso.
Con total seriedad, pero sorprendido por la
falta de actualización del tipo, el primero le respondió
-¿ATPC?
“ A tomar por culo”, claro-
Trabajo como intérprete telefónico con latinos y yankees. Hace poco un señor muy tímido llamó para averiguar por el seguro médico de sus hijos. El yankee le insistía en que sus hijos "calificaban" para el CHIP (Child Health Insurance Program o algo por el estilo) pero el señor decía, tímida pero firmemente, que con su esposa no querían ese programa. Llegados a cierto punto de la conversación, y con la confianza que sólo brinda hablar el mismo idioma cuando uno es desconocido y encima está hablando por teléfono, me pregunta a mí "porque le ponen un chip a los niños, no es así? por eso no queremos ese programa". Traté de ser profesional pero exclamé "oh, no no no", le transmití al yankee la inquietud del señor latino, a lo que el yoni respondió "Absolutely not" y siguió como si nada. Me parece que el latino vio mucho Matrix o Minority Report....
ResponderEliminarSMP es una muy común en los parciales de traducción en inglés."See me please" es de temer. O te mandaste una cagada muy grosa y ofendiste hasta a Shakespeare, o es tan complicado corregirte que la teacher tarda menos tiempo si te lo dice en persona.
NPI= Ni puta idea. Debería figurar con ATPC.