sábado, 22 de octubre de 2011

Depósito en caja de ahorro on line

 "Las ruinas circulares" (Si, si, algo tuvo que ver. Pero más que nada para el título: cualquier semejanza entre esta imagen y lo que le haya pasado a don Jorge Luis por la cabeza es pura coincidencia)


      En cierta forma, subir estos viejos papeles a la web es una forma de asegurarlos. Algo muy similar, en esencia, a lo que uno hace cuando deposita en su cuenta valores por home banking. No asegurarlos contra el robo, el plagio o el uso indebido, por supuesto (tampoco el sistema bancario da muchas garantías al respecto, si vamos a eso), sino preservarlos del Gran Delincuente: el Tiempo.
         Hasta no hace mucho, lograr la inmortalidad de las obras era algo que sólo podía conseguirse a traves del más rotundo de los éxitos. Había que ser de veras Bueno para que la sociedad no se olvidara de las propias obras, y un verdadero genio para que, asociado a ellas, perdurara nuestro nombre. Cuando no era así, la muerte del artista traía aparejada la de las obras: el remate, el basural, el fuego o el olvido las sepultarían tan honda y tan seguramente como a su creador.
           Hoy, en cambio, un pobre aficionado como yo las sube a la red, las comparte, y las pone en un medio que la muerte -por ahora- no afecta con tanta facilidad. No porque internet las preserve en función de su valor intrínseco, sino, por el contrario, por la olímpica indiferencia del sistema ante toda forma de manifestación. La web no juzga, no califica, no aprueba ni desaprueba: como una enorme ameba descerebrada y golosa, simplemente engulle y engulle, sin vomitar ni defecar jamás. Las cosas no tienen fecha tope de permanencia, las cosas no se tiran por falta de espacio, las cosas -olvidadas o despreciadas- simplemente quedan allí mientras su dueño no las edite.
          Y, cuanto más queden, más posibilidades hay de que, entre los millones de usuarios que tiene la ameba, aparezcan algunos que compartan el gusto del autor, bajen sus cosas y las preserven por su cuenta.
           Yo sigo, entonces, preservando de la humedad y de la polilla a estas cosas que, en su momento, me parecieron valer el esfuerzo de pintarlas o escribirlas. Quizá, si a nadie le gustan, queden en la eterna soledad para siempre, o quizás le interesen a alguien y ese alguien las guarde en su equipo. No lo se, y no interesa: el caso es que ni el tiempo, ni el fuego, ni los caños pinchados podrán jamás hacer que un día me encuentre preguntándome qué mierda había hecho yo de mi tiempo libre cuando tenia 15, 20 o 25 años.


 Sin título. Onda Magritte, me temo
"Lo malo del campo son los bichos"




Siguiendo con lo del home banking, subo acá borradores de argumentos que anoté para desarrollar más adelante. Papeles condenados al cesto, me los quedé, sin embargo, porque intuí que en su misma precariedad había un cierto encanto. Algo así como si el "borrador de cuento" se pudiese considerar un género aparte, y no un mero depósito de ideas a terminar. Algo breve y resumidísimo, pero completo a su  vez y amable de leer.


4 ARGUMENTOS JAMÁS DESARROLLADOS (POR PEREZA)

            -Una mujer encuentra en una esquina a otra, vestida exactamente igual que ella. Está de espaldas, así que no puede verle la cara. Trata de acercársele, pero la otra se aleja. La primera mujer aprieta más el paso, y la otra trota. Sin que lleguen a notarlo, el juego acaba en una carrera obsesiva. Corren largo rato por la calle; para la perseguidora, solo hay una cosa importante ahora: saber quién es esa mujer que copió su indumentaria, y averiguar por qué la rehuye con tanta desesperación.
            La acorrala en una tienda. La segunda mujer obre una puerta y se encierra en un armario para escobas. Su perseguidora, gozando de antemano su triunfo, abre la puerta y mira dentro del armario.
            El cuarto está oscuro y vacío, a excepción de un espejo en la pared del fondo, en el cual puede ver su propia y espantada cara.


            -Un sujeto descubre una mañana que su escritorio tiene un cajón más (tres donde antes había dos). Lo abre y, adentro, encuentra un libro forrado en piel y con las páginas en blanco, una estatuilla obscena, una especie de cuchillito, dos o tres objetos que no alcanza a definir pero que son mucho más pesados de lo que cabía esperar, y un vasito pequeño, turbio, y sucio. Los examina largo rato, pero nada lo ayuda a explicar la aparición del nuevo cajón. Al fin lo cierra, y deja la habitación para seguir con sus cosas.
            Al día siguiente, este tercer cajón no está, y el hombre concluye que debió haberlo soñado todo. Sin embargo, y aunque ni él ni sus allegados lo noten, él es ya esencialmente otro, íntimamente distinto del que fue.
            La naturaleza del cambio es malvada, e infinitamente atroz por lo secreta.


            -Una pareja madura comienza a perder el sueño a causa de un ruido acompasado en su habitación. De a poco los va obsesionando; dan en creer que quizá sea un caño obstruido (aunque los planos no indican caños en esa pared), y deciden picar ese muro.
            Extrañados, ven que sí hay un caño, pero que es de un color morado violáceo, que es blando, y que late. La mujer, con horror, grita que es una vena. El hombre, no muy convencido, lo niega, y para demostrarlo lo golpea con el pico.
            La sangre los estrella contra la pared opuesta, y casi los ahoga. Salvan la vida de milagro; venden la casa mal y barato, y se mudan a un departamentito moderno.


            -Dos locos deciden matar a un tercero. Lo encuentran en un bosquecito húmedo y oscuro (el día anterior había llovido), y se lo comunican. Desenfundan las armas.
            El tercer loco, desdeñoso, los mira y les dice: -“Moriré, es cierto, pero eso es apenas un hecho, y de ninguna manera podrá impedir que los árboles sigan reflejándose en los charcos”-
            Esto amilana un poco a los ejecutores; así y todo, luego de discutirlo un poco en un aparte, sigue con su decisión original y lo matan.
            Acto seguido van hasta un charco y, boquiabiertos, dandose codazos, sorprendidos, comprueban que lo que el otro dijo era la pura verdad.

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