sábado, 1 de octubre de 2011

Plantas personajes

Desde que leí "El día de los Trífidos" (y escuché el "Giant Hogweed" de Génesis) nunca pude volver a mirar a las plantas como simples formas básicas de la vida. Empecé a sospechar en algunas esa solapada intención que el Vidal Olmos de Sábato veía en los ciegos.
Marga me enseñó a quererlas, a cuidarlas y a considerarlas interesantes, pero esa otra intuición -totalmente infundada, lo admito- se coló cada tanto en algo que escribía o pintaba. No es tanto que yo creyese que las plantas (algunas plantas) fuesen personajes con voluntad propia, ni que esperase ser tragado por el sauce del bosque viejo como Frodo, sinó que, muchas veces, sus apariencias, sus estéticas, estaban más cerca de lo consciente que de lo inanimado. Me hacían sentir que, bajo ese aspecto, cómodamente podría existir "algo más", y de ahí a dibujarlo o escribirlo había apenas un paso.
Acá van algunos ejemplos
 "Club Mediteraneé". Salió sin querer. El árbol es tan retorcido, tan luminoso y tan orgánico, que el verdadero personaje del dibujo (el reptil antropomórfico caído en la arena) pasa desapercibido (a que nadie se dió cuenta de entrada de que tiene cola, a ver?)
"Según ante quién Se manifieste". La deidad no se va a presentar ante la comunidad de rinocerontes con el aspecto del dios de Miguel Angel: iría metamorfoseado en un rinoceronte más rinoceróntico que todos los otros. Ante los camaleones iría de camaleón. Y, siguiendo esa línea de razonamiento, se me dió por pensar que si la Deidad necesitara hablar con los eucaliptus (cosa medio pelotuda, ya sé, pero uno no es quien para pretender conocer las intenciones o planes de la Deidad) tendría que tomar algún aspecto más...bueno, eucalíptico ya me parece un poco mucho como neologismo.

Y acá hay otra, que no es dibujo, pero que me la sugirió un eucaliptus muerto, solo y feo, que se recortaba contra la puesta de sol arriba de una cuchilla:



MALAPLANTA

El eucaliptus de hueso
-el muerto, allá en la cuchilla-
clava sus mil pies de palo,
de palo podrido y viejo,
en la tierra endurecida.

Solo.
Nada va y le hace ya sombra,
nada nunca anida encima
de sus brazos, ramas podridas,
cadáveres, fijas,
hostiles, vacías, malditas.

Se cuentan cosas muy feas
del eucaliptus de hueso.
Se dice que el ramerío
cruje en la calma chicha
y no se sacude en el viento.
Se dice que cuando hay niebla
se va, y deja un agujero
peludo en raicitas muertas,
que NO tiene fondo ni eco
y huele a osamenta y queresa.

Los pájaros no se le arriman
ni le vuelan por encima;
no hay bicho que lo taladre,
no hay ganado que se rasque,
ni lo trepan las hormigas.

En la peor de las secas
se engorda, dicen, y echa
brotes resecos y feos.
No lo rajan las tormentas.
Llama y traga a las centellas.

Y en lo peor del verano,
el peor mediodía de enero,
bajo un sol de justicia sintieron
su cáscara fría y sudada,
su sombra una raja de invierno.

¿Quién lo plantó? No se sabe.
¿Quién lo mató? Mucho menos.
Misterio es que no lo talen,
y para qué usan su corteza
algunas gentes, misterio.

Sucia sombra de madera,
fantasma de planta muerta,
no hay huella que pase cerca
ni bosta que abone el piso:
Tiene el perfume del miedo,
tiene sombra de esqueleto,
el eucaliptus de hueso
-el muerto, allá en la cuchilla-

28/8/2003






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