lunes, 10 de octubre de 2011

Diferentes formas de expresarse

 "56" Para los amantes del juego, el título está más que claro.

Pero no todo son dibujos. La irresponsabilidad estética que nos empuja a pergeñar estos dibujitos no se arredra ante otras formas posibles de agresión al público, y nos tienta a probar diferentes maneras de expresar una misma inquietud.
Por ejemplo:


El reloj me mastica la noche,
yo la lleno de locos,
desordenados recuerdos.
No duermo, no puedo,
no quepo en mi escaso sueño,
y me derramo en la conciencia.
Miro y no veo,
escucho
(el reloj me mastica la noche)
y me enredo en suaves,
incomprensibles sábanas
Las tres: qué horrible
qué larga es la noche inactiva.
Y todos esos locos,
desordenados recuerdos,
planes, juicios, decisiones,
fastidiando, pasando, incordiando,
una y otra, y una y mil veces,
¡Bueno, basta!
¿He de ser yo, también,
yo, de noche?


O.

El tiempo sopla en el reloj
y mueve como aspas sus agujas.
Este pequeño molino
de nervioso maquinar
no produce, no consume: sólo anda,
mojonando lo intangible
para los que Pasan.
El tiempo sopla en nosotros
y nos cala y erosiona,
y sólo lo notamos, cada tanto,
visitando, curiosos, nuestras ruinas.


O:

Has de imaginar una llama negra y silenciosa
que enfríe y que oscurezca,
y que entre unas nocturnas piedras
se eleve desde la leña que crea.


O si no este, que tiene que ver más con lo que quise hacer con los dibujos (y nunca me salió):

Pondré un cuadro en la pared
porque no tengo ventanas,
o tengo, pero no me gusta
lo que enchastran en mi cara.

Ha de ser cuadro en misterio,
con oscuros rincones secretos,
con sugerencias, sin certezas,
y sin luz en lo más claro.
Deberán meditar sus rostros,
tener alma los caballos,
del Infierno serán los perros,
y las damas, de Palacio.

Debe oler a frío y a sexo,
a bosque, a sangre y a vino.
Tendrá viejos botes negros
invitando, esperando en el riacho,
y un sol ido tras montañas
definitivas, altas, lejanas.

Y en su centro, concentrado,
un mocoso repasando entre sus manos
un juguete de luz gris:
mi ventana,
la calle, la gente, el fierro
frenético que transita,
el almacén, el quiosco...

Pero siempre son más digeribles, menos incómodos los dibujos. Hay menos intimidad en los dibujos de otro, menos vergüenza ajena ante el fracaso de las palabras


"La casa se reserva el derecho de admisión y permanencia"

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